Una explosión.
Otra explosión.
Hace tiempo que solamente me despierto con explosiones y desearía cambiarlo. De verdad. Pero no puedo. Es por eso que permanezco encerrado en este búnker desde hace ya un año y medio. O Quizás más. O menos. No lo consigo recordar. Ni si quiera sé cuantas personas quedan vivas ahí fuera. Cuantas personas están en mi misma condición, o cuantas personas vagan a la deriva intentando encontrar un refugio que les permita sobrevivir en el exterior. Solo sé que he hecho de este lugar mi casa.
Ni teléfono, ni internet, ni ninguna comunicación posible. Lo único que recibo es un paquete con cómida, libros y alguna que otra videoconsola cada dos días. Los desechos, tantos humanos como materiales, los deposito en otro paquete que introduzco en una cámara, que, ignoro como funciona, pero supongo que lo lleve al exterior de algún modo.
El motivo de todo esto es el error que una serie de personas cometimos. Personas como yo. Personas elegidas precisamente para que este tipo de situaciones nunca tuviesen que suceder. Pero han sucedido. El mundo tal y como yo lo guardo en mi memoria dudo mucho que siga existiendo. Probablemente esté devastado. No he podido hacer nada y se me ha ido de las manos. A mí. Al presidente de los Estados Unidos.